«Lurdes Iribar, la mente creativa detrás del grupo ‘Locomía’, revela su vida marcada por altibajos y resiliencia»
En los años 80, ‘Locomía’ se convirtió en un fenómeno mundial con su estilo llamativo y sus ritmos contagiosos. Detrás de la excentricidad del grupo se esconde la increíble historia de Lurdes Iribar, la diseñadora que trabajó en estrecha colaboración con ellos. Hoy, desde su hogar en Tolosa, Guipúzcoa, comparte con ABC su trayectoria llena de desafíos y superación.
Una historia en la gran pantalla
La diseñadora regresa a la actualidad gracias a la película ‘Disco, Ibiza, Locomía‘, dirigida por Kike Maíllo y protagonizada por Jaime Lorente, Alberto Ammann y Blanca Suárez como Lurdes Iribar. La diseñadora se muestra emocionada por la elección de Suárez para interpretarla, destacando la importancia de que las nuevas generaciones conozcan su historia.
La realidad tras la ficción
Lurdes aclara que la película es una obra de ficción y que no todo en ella refleja la realidad del grupo. Reconoce que, aunque se incluyen aspectos polémicos como drogas y sexo, estos eran parte de la cultura nocturna en la que se movían, sin llegar a ser un problema de adicción.
Una vida llena de altibajos
Desde sus inicios como diseñadora hasta su retirada del grupo, Lurdes ha vivido una vida marcada por la constante evolución. Su renuncia al mundo artístico para criar a sus hijos sola refleja su valentía y determinación.
El desafío del cáncer
Hace nueve años, Lurdes fue diagnosticada con cáncer de mama, una batalla que libró con entereza. Su experiencia la lleva a ser una voz de apoyo para otras mujeres que enfrentan la misma enfermedad, transmitiendo un mensaje de esperanza y fortaleza.
Una nueva oportunidad
Actualmente, Lurdes se encuentra embarcada en un proyecto musical, una nueva oportunidad para compartir su historia y ayudar a sus hijos tras años de dificultades económicas. Su mayor deseo es vivir feliz y tranquila, disfrutando de cada instante que la vida le brinda.
Información y fotografías sacadas de esta noticia
Juan Carlos I se despide de Sanxenxo después de pasar cinco días con amigos y familia, solo dedicando dos de ellos a navegar.
